Unas veces, por situaciones en la vida; otras, por acciones de personas, intencionales o no, el daño que se nos ha inferido en el pasado causa tal amargura y resentimiento que impiden el disfrute actual de la felicidad.
Para superar esta situación, el primer paso es estar consciente de la existencia del rencor y del daño que nos causa mantenerlo. Luego, otorgarle la utilidad de «lección aprendida» y ubicarla como tal en la memoria, tras lo cual la energía que demandan el odio y la amargura se puede canalizar hacia el crecimiento personal.
De este modo, el perdón es tanto un proceso de desintoxicación emocional, como una herramienta de crecimiento que transforma el dolor en esperanza, y perdonar es incorporar al pasado la causa del dolor, para aprender de él, y reorientar nuestra energía en el presente y hacia el futuro.