El ser humano está dotado de inteligencia, creatividad, talento y voluntad. Todas estas facultades, puestas al servicio de sí mismo, le permiten construirse y proyectarse a la sociedad.
La responsabilidad, la diligencia y el trabajo honesto, posibilitan alcanzar los objetivos, tanto para la satisfacción de las necesidades biológicas, de seguridad, sociales y de estima, como para la realización personal. Se construye así la propia identidad, y en referencia a esta, los individuos se definen a sí mismos, habla de quiénes son, qué hacen y qué sentimientos imprimen en lo que realizan cotidianamente. Estos son los ejes de la construcción de la autoestima y la valoración social de mujeres y varones.
A este conjunto de valores, aunado a la disponibilidad de responsabilizarse de la propia vida y capacidades para construir el futuro que se desea, se denomina empoderamiento personal. Este nos permite desarrollar habilidades para ejercer influencia en los acontecimientos y personas importantes del entorno, a través del control responsable de nuestras habilidades cognitivas, emocionales, sociales, físicas. Hoy, más que nunca, se impone una reflexión profunda acerca de este conjunto de valores.
Abordar el empoderamiento implica valorar y agradecer lo que se tiene. También implica proyectar o propiciar nuevos proyectos de vida, contemplando no sólo lo material, sino también lo que dignifique espiritual y emocionalmente.